sábado, 2 de febrero de 2013

martes, 29 de enero de 2013

Art. de Opinión


Disgustos ante la corrupción

Abrió los ojos y todo seguía igual, en su sitio, sin cambio alguno que llamara su atención.
Había dejado la ventana abierta aprovechando la buena temperatura que hacía. El viento había dejado de soplar y el ambiente era más que agradable.  Fuera, en la calle, no se oía ni un ruido. El de algún vehículo que cruzaba, aunque a esas horas de la noche eran pocos. Sólo se veía la luz encendida de los vecinos de enfrente, los del tercero. La madre parecía coser a domicilio. Era habitual verla hasta altas horas de la madrugada cosiendo en la habitación con ventana al balcón. Además, el tipo de luz la delataba; un flexo enorme enfocando a un punto concreto, apuntando hacia la mesa donde la vecina estaba sentada.
Más allá, ninguna otra luz. Tan sólo los reflejos de algún televisor colándose por las ventanas con las cortinas corridas. Silencio.  Tranquilidad. Descanso.
La semana había finalizado. Una semana más sin novedades ni mejora alguna. Las noticias más destacadas de los últimos siete días se habían seguido centrando en la corrupción, las altas cifras del paro, la falta de medidas efectivas, destrucción de puestos de trabajo.  Noticias inquietantes de un presente cuyo futuro se presenta bastante incierto. Inquietud ante la incertidumbre.
Y cuando hablo de inquietud, me refiero a la de los millones de ciudadanos y ciudadanas que lo están pasando realmente mal, sin ninguna alternativa. Una mayoría frente a esa minoría ajena a los problemas. Esa minoría inmune a la crisis porque siempre han vivido en su propia realidad, creada para sacar el mayor beneficio con las menores obligaciones y responsabilidades. Y algunos pertenecientes a esa minoría han llegado a tener la desfachatez de pedir, en público, sacrificios a la socidad, trabajar más y cobrar menos.
Algunos piensan que esa clase minoritaria está poniendo a los ciudadanos a prueba. No olvidemos que, quien juega con fuego, acaba quemándose.
“Yo me empeñé en la lucha contra la corrupción y me costó muchos disgustos”. Esto es lo que ha llegado a decir Alfredo Pérez Rubalcaba durante la entrevista realizada en Los Desayunos de tve. “Muchos disgustos”, dice. Palabras con las que Rubalcaba reconoce hasta donde llega la corrupción. Algunos o muchos de nuestros representantes no tienen suficiente con sus desmesuradas nóminas, dietas varias que no se destinan a su fin, tarifas especiales en varios servicios… Quieren más, aunque se tenga que caer en la ilegalidad, en la prevaricación, en el abuso de su posición para obtener beneficios.
“Austeridad inteligente”, abogaba Rubalcaba, “crear un margen de maniobra para estimular el crecimiento”. Sí, señor Rubalcaba, de acuerdo, pero que esa austeridad sea universal y que se rebaje el margen de maniobra del que disfrutan muchos de los que deberían dar ejemplo al ocupar cargos públicos.